Una casa blanca, un hogar en crecimiento

“Quisimos diseñar una vivienda que produzca belleza y alegría. No hay tanto regocijo en la vida, pero está llena de pequeñas alegrías. Lo que nos gusta no es tener muebles lujosos, sino un espacio hecho por nosotros mismos. (…) Una casa no es igual a un hogar. El hogar nos pertenece a nosotros y a nuestra familia. Una casa es un contenedor para acompañar nuestro crecimiento, experiencia y esperanza. El diseño aporta más calidez a la vida”.

Liu Kai

La nueva vivienda está situada en un antiguo edificio construido en 1947, sobre un barrio tradicional de Shanghái, y consta de 3 niveles de 5,5 m de ancho por 15,2 m de profundidad. El lote se orienta al sur y tiene edificaciones hacia ambos lados. A su vez, se ubica cercano a un alto edificio de viviendas, por lo que la iluminación natural no es muy abundante. A lo lejos se vislumbran los altos rascacielos del centro de la ciudad, que contrastan con el barrio donde se encuentra el proyecto.

Durante la primera etapa se renovó la estructura original, se reemplazaron las pequeñas aberturas originales por ventanales y se demolieron las compartimentaciones interiores para integrar mejor los ambientes. A su vez, se añadió un tragaluz en la cubierta y se reemplazó la escalera original por una de acero dispuesta alrededor de un patio, que brinda luz natural.

La intervención también abarcó la transformación de la fachada, que al pintarse de blanco se destaca de las construcciones vecinas. Una pequeña puerta situada en un muro lateral da acceso a un pequeño patio con un cantero para plantar un árbol, que acompañará el crecimiento de los integrantes de la familia.

La segunda etapa consistió en la creación de ambientes interiores calmos, contrapuntos del arduo tráfico y del exceso de estímulos exteriores. Para ello, se añadió un ventanal amplio con puerta de acceso que difumina el límite entre interior y exterior, y ofrece amplias vistas a la sala de estar.

Por su parte, la sala de estar se integra al comedor y a la cocina. Allí, los arquitectos diseñaron una serie de muebles modulares denominados “tableros de la vida”, ya que no cuentan con un uso determinado a priori, sino que pueden ser montados o decorados de diversas maneras a lo largo del tiempo.

Al subir por las escaleras de acero, el recorrido se ve acompañado por un juego de luces y sombras generado por las ventanas del patio interno. En los siguientes niveles, los espacios de guardado se dispusieron detrás de una pared, lo que genera zonas amplias y disminuye el ruido visual.

El dormitorio del niño y el escritorio están vinculados con los espacios de almacenamiento. En la habitación principal se mantuvo la estructura inclinada del techo original y se integró el vestidor con el baño. Ambos dormitorios siguen la lógica de la sala de estar y cuentan con “tableros de la vida” de pared a pared.

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