Plaza en la playa Merville Franceville
Merville-Franceville, ciudad costera de Normandía, no contaba con un verdadero paseo marítimo como las ciudades hermanas de Deauville y Cabourg, sino que se limitaba a interactuar con la playa a través de un gran estacionamiento. En ese sentido, la dificultad de desarrollar la llamada zona de las Dunas, que corresponde a las formaciones más recientes como consecuencia de la acumulación de arena y la progresiva sedimentación, favoreció su protección y explica el claro límite de urbanización trazado por el Boulevard Kennedy.
Entre la Plaza de la Playa y la Avenida Houdart prevalece la horizontalidad del espacio, que se hace eco de la inmensa extensión de la playa y la infinidad del horizonte marino. El proyecto busca introducirse en estos grandes espacios en los que cada elemento vertical se vuelve un acontecimiento visual. La avenida Houdart, que desemboca en el mar, estaba invadida por el espacio dedicado a los autos (calles, maceteros gigantes, señales de tránsito) y no permitía una apropiación real de la calle por parte de los peatones. No existía conexión con la Plaza de la Playa, cuya vista de los pinos y del kiosco del centenario de la ciudad se veía bloqueada por el edificio de la antigua oficina de turismo.
Así, el objetivo principal del proyecto consistió en dotar a la ciudad de un nuevo centro, ya sea en temporada alta o baja. Ofrecer a los habitantes la oportunidad de vivirlo, de encontrarse, de pasear o instalarse allí, de disfrutar del sol o de protegerse de la lluvia normanda, y de ese modo reforzar la identidad urbana del municipio, además de una pertenencia cultural existente pero desdibujada.
Para que el proyecto promoviera la apropiación del centro por parte de los residentes y visitantes, fue necesario pensar en el desarrollo de la avenida, el parque y la creación de un espacio de usos múltiples. Una ciudad no es un conjunto de edificios independientes, sino un sistema en el que se articulan distintos elementos. En este sentido, la intención del proyecto fue remarcar los principales ejes urbanos y dotar de una clara cualificación de los espacios complementarios: la Avenida Houdart y el jardín de la Plaza de la Playa. Si el primero es un espacio activo, una rambla a la que se acude a tomar un helado o hacer compras en las tiendas de playa; el segundo, el jardín, es un lugar tranquilo donde se lee bajo la sombra de los pinos, o se estira tranquilamente luego de correr por la costa. Dentro de esta configuración urbana, el semicubierto es, entonces, el dispositivo que crea el vínculo al tiempo que define el umbral entre los dos espacios públicos, ofreciendo a los transeúntes el frescor de la sombra o un momento de calma antes de reanudar la marcha bajo la lluvia.
Con el fin de clarificar y delimitar el espacio, surgieron dos ideas principales: traer el mar a la ciudad, tejiendo entre ciudad y orilla una continuidad material y visual; y organizar continuidades peatonales.
Prolongando la Avenida París, eje estructurante de la ciudad, la Avenida Houdart conduce al mar y constituye el vínculo entre la tierra y el mar. Estas acciones, tendientes a reordenar la circulación y el estacionamiento, cambiaron profundamente la fisonomía de la ciudad. Con el despliegue de una zona de encuentro desde la Plaza de la Playa, el trazado unidireccional de la avenida que conduce al mar requirió una ampliación de las veredas, cuyas funciones van más allá del mero tránsito de peatones, para permitir la instalación de terrazas con cafeterías y restaurantes, o eventos de duración variable.
Para marcar esta conexión, el tratamiento del suelo de la avenida fue objeto de especial atención, con el fin de crear una plaza de fachada a fachada. El suelo es continuo y contrastante, con tonalidades que evocan las suaves sinuosidades que el agua deja sobre la arena al retroceder con cada marea. Representando la entrada al mar en la ciudad, el piso de geometría curva adopta un vocabulario específico de la costa: la tarima de madera prolonga la del mar en la avenida principal hasta el final de la Plaza de la Playa.
Los suelos se prestan a un juego de variaciones de color (amarillo, ocre, rosa) y texturas de arena (húmedo y seco, liso y áspero) gracias a la selección de diferentes fórmulas de hormigón producido con áridos locales y diferentes acabados superficiales (liso, microlijado, pulido, escamado), en conjunto con incrustaciones en forma de gotas de acero inoxidable que permiten reflejar el cielo.
Finalmente, los asientos escultóricos en forma de guijarros crean islas entre la vegetación, los bolardos en acero inoxidable (calidad 304L, específica para el ambiente salino) o en madera de roble aseguran el camino compartido, y actúan como soporte para los juegos de los niños cuando vuelven de la playa.
Una estructura semicubierta, que se extiende como una galería a lo largo de la avenida, delimita los espacios del centro de la ciudad y conserva, dada su horizontalidad, las amplias perspectivas sobre el jardín y la continuidad visual del principal eje urbano que conecta el centro con el Canal.
Por la continuidad de la superficie sobre la que apoya, la estructura no construye límites, sino que puede verse como un sistema de cubiertas que alberga una gran variedad de situaciones: mercados, un bar de refrescos, la fiesta de la Sidra y el Dragón de la ciudad, eventos públicos, conciertos y espectáculos en gradas bajo el techo más alto… Por su diseño y materiales, el semicubierto se integra al paisaje creado por las marquesinas metálicas de los comercios de la avenida. Así, la inclinación y el solape de las tres cubiertas permiten tanto el paso del aire como de la luz, a la vez que protegen de la lluvia.
Combinando simplicidad y originalidad, la estructura tubular de acero galvanizado preserva las vistas al jardín a través de la delicadeza de las secciones y enfatiza el juego de los techos (estructura de madera en bruto y abeto), que parecen flotar sobre el suelo en un movimiento de elevación sucesiva. Además, la elección del acero permite una homogeneidad de secciones y montajes –ocultos por el encastre de los tubos de acero– que ofrece al centro de la ciudad un objeto “a medida” (las tomas de corriente integradas a los postes, las cajas de llaves en el suelo o las gárgolas que muestran el fluir del agua), cuya dimensión construida refuerza su carácter central dentro del espacio público.
El jardín de la Plaza de la Playa forma parte de la costa imaginaria, al igual que la avenida Houdart. Con su geometría curva, sus montículos flexibles y ampliamente plantados representan dunas donde la hierba marram crece naturalmente. Los caminos serpenteantes invitan a pasear por el kiosco centenario de la villa, y guían al caminante hasta el macizo de pinos situado al fondo del jardín.
El conjunto de plantas ofrece una floración rica y distribuida a lo largo de todo el año y es resistente en un contexto de mucho calor. Para asegurar la longevidad del jardín, los tres mil arbustos y plantas perennes se plantaron pequeños para que se aclimaten a las condiciones del sitio. Al favorecer las plantas con follaje denso y siempre verde, el jardín de dunas finalmente producirá con el tiempo un efecto que lo abarca todo.—
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