Manual de la tiranía

El siglo XXI se ha caracterizado por las luchas continuas en busca de sociedades más igualitarias, en un marco altamente regulado y proteccionista. Sin embargo, la escala de la intervención autoritaria y su diseño sigiloso se suman a la creciente dificultad por vincular causa y efecto. El texto que sigue es un extracto del Manual de la tiranía, libro que ofrece una visión pormenorizada de la relación entre el poder político, la territorialidad y las crueldades sistemáticas.

“Where are we now?” se preguntaba David Bowie en una canción de su penúltimo disco. La canción describe a un hombre mayor, que pasea por Berlín y reflexiona sobre los cambios que se produjeron en 1989. La pregunta de Bowie tiene lugar en una época que contempla el resurgimiento de temas y tecnologías que deberían haber desaparecido hace mucho tiempo, al igual que el muro que divide a un país en este y oeste. En su momento, la caída del muro presagió el nacimiento de una nueva era y la promesa de un futuro global en paz. La tecnología que sobrevino poco tiempo después –el teléfono celular e internet– alimentó la perspectiva de una sociedad abierta, transparente y móvil.

No existe una respuesta única a la pregunta de Bowie. Con el Manual de la tiranía, intento aportar algunas tentativas para responderla, a la vez que entiendo la pregunta como una orden. Por eso este libro nace a partir de la curiosidad y, más aún, del sentido del deber. El hecho de abordar la pregunta desde mi especialidad –ilustrar los muros que dividen a los países, los carros hidrantes dirigidos a los manifestantes y las distintas modalidades de la pena capital– le da a este libro la apariencia de un compendio de planos dibujados para o por un dictador contemporáneo. Para cada obstáculo en la organización y control de la sociedad parece haber una solución técnica al alcance. Los detalles ilustrados –la mera cantidad y contundencia de estas tecnologías– refuerzan profundamente su crueldad.

Dibujar es minimizar, comprender e internalizar. Del mismo modo que un atlas explica el mundo en el que vivimos, el Manual de la tiraníaayuda al lector a comprender las distintas formas de crueldad en uso. La experiencia se parece a estar de pie en una torre de vigilancia con un par de binoculares: un panorama general y al mismo tiempo una visión ampliada de los detalles esenciales. En primer lugar, es necesario confrontar la crueldad para entenderla y, en segundo lugar, para reaccionar ante ella. Al describir la magnitud de la tecnología como instrumento de poder y revelar la miríada de posibilidades que puede asumir, el Manual de la tiranía ofrece una base para todos aquellos que quieren luchar contra la tiranía.

Aquí estamos.

Theo Deutinger

Control de multitudes

El carácter positivo de las masas es algo ampliamente ponderado y discutido. La inteligencia, el financiamiento y la innovación colectiva y la colaboración abierta son algunas de las palabras clave que auguran el progreso económico y social gracias a la combinación del poder individual. Las redes sociales facilitan el pasaje del individuo a la multitud, de igual modo que los medios de transporte internacionales –baratos y frecuentes– movilizan a las masas de todo el mundo.

Por otra parte, el turismo de masas está dando lugar a escenarios caóticos en lugares importantes, la amenaza del terrorismo en espacios urbanos abarrotados ejerce presión sobre la seguridad de las ciudades, y la urbanización masiva, combinada con la inmigración a gran escala, requiere métodos cada vez más refinados de gestión y control de flujos de personas.

El umbral a partir del cual los cuerpos están tan fuertemente apretujados que empiezan a comportarse como un fluido es de seis personas por metro cuadrado[1]. Las ondas de presión que viajan a través de los cuerpos pueden hacerles perder el control. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el control de multitudes no consiste en evitar un desastre por hacinamiento, sino en evitar una cobertura mediática adversa. La policía también debe estar alerta, ya que a partir del uso de teléfonos celulares, cámaras instaladas en cascos e incluso drones, los participantes de las manifestaciones la pueden controlan continuamente. Además, la sensación de seguridad es la primera prioridad de las personas cuando deciden visitar o vivir en un lugar determinado. Así, el control de multitudes es importante no solo para sus propios integrantes, sino, aún más, para las masas no involucradas pero potencialmente afectadas por estas.

Todo esto da como resultado un conjunto de estrategias de control de multitudes cada vez más sofisticado por parte de los organizadores de eventos, las oficinas de turismo y las fuerzas policiales. Ante la mínima señal de una concentración inusual se disparan las alarmas, e incluso las manifestaciones más pequeñas (que deben anunciarse y autorizarse con varias semanas de antelación) provocan un despliegue policial masivo. El manejo coordinado y la comunicación profesional con la multitud, el público y los ciudadanos es clave. Para reestablecer la confianza en la seguridad, las personas deben tener la tranquilidad de que todo está “bajo control”, con el inconveniente de que eso naturalmente nos incluye a todos y cada uno de nosotros.

Muros y vallas

Con la caída de la Cortina de Hierro, en 1989, el mundo celebró el fin de la Guerra Fría y la conclusión de la absurda iniciativa de construir muros, que ya habían demostrado su plena inutilidad. Paradójicamente, la caída de la Cortina de Hierro supuso menos el fin que el principio de una exagerada tendencia global de construcción de muros, que se materializó en unos 20.000 km de cable, hormigón, acero, arena, piedra y rejas; lo que sea que impida la entrada o la salida de un grupo de personas… En la actualidad existen sesenta y seis barreras entre Estados-Nación. De esta lista, cincuenta barreras –de un total de 18.000 km de longitud– se construyeron luego del año 2000.

Las técnicas de agrimensura del siglo XVIII redujeron las zonas limítrofes a fronteras, y permitieron por primera vez una demarcación exacta de cada territorio. Esta innovación técnica aparentemente insignificante, que permitió perfeccionar una técnica de medición, contribuyó con el tiempo al nacimiento del Estado-Nación moderno, que se vale del mapa como una herramienta política para vincular a las personas con el espacio y por lo tanto con el territorio.

Hoy, las fronteras están expuestas a fuerzas que vuelven a desdibujarlas. La virtualización de la información, el dinero y los bienes (las películas, los textos, el sonido, etc.) socava continuamente la autoridad del Estado. En respuesta, los muros y las vallas se erigen principalmente para controlar el flujo de aquello que difícilmente pueda virtualizarse: las personas. Sin embargo, incluso los expertos israelíes –los principales especialistas del mundo en la construcción de muros– admiten que las barreras físicas son más eficaces como símbolos.

El simbolismo que despliegan los constructores de muros es digno de atención. Estados enteros están a punto de cerrarse sobre sí mismos: Turquía ha avanzado bastante e Israel ya casi lo ha logrado; mientras que Marruecos y Arabia Saudita están bien encaminados. Por otra parte, Gaza, Cisjordania y Bangladesh están completamente cerrados.

Las acciones de los países de la Unión Europea y Estados Unidos, que están a punto de bloquear un continente entero, son las más impresionantes, ya que son ellos quienes se proponen como la vanguardia democráctica mundial. Pero los símbolos dicen otra cosa.

Los muros y las vallas representan grandes negocios para las empresas. En 2015, Hungría pagó 94 millones de euros por la construcción de 175 km de barrera fronteriza con alambre de púas.[2] La empresa belga Betafence[3] construyó la barrera que separa Hong Kong de Shenhzen (2007), otra entre Emiratos Árabes y Omán, y fragmentos de la valla que separa a Estados Unidos de México. No obstante, la tecnología de seguridad está hoy al borde de la próxima revolución. Con la implementación de sensores de detección de intrusos, cámaras de visión nocturna y drones que proporcionan vigilancia las veinticuatro horas, los llamados “muros inteligentes”[4] están a punto de aparecer, reduciendo los muros y las vallas convencionales a meros iconos o señales de advertencia. En su frontera con Pakistán, en Panyab, India opera un denominado “muro láser”[5], e Israel está a punto de instalar un “muro inteligente”, diseñado por Elbit Systems, a lo largo de su frontera con Gaza. Los “muros inteligentes” amplían la frontera y vuelven a convertirla en una zona limítrofe, ya que permiten identificar blancos potenciales a muchos kilómetros, antes de que se aproximen a la frontera.

Sin embargo, por inteligente que pueda ser la tecnología de control de fronteras, el simbolismo del muro seguirá vigente. Su valor simbólico ha sido fuertemente destacado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que describe el muro que propone entre Estados Unidos y México como “impenetrable, físico, alto, poderoso, bello”.[6] Dejando de lado la palabra “impenetrable”, los adjetivos corresponden más con la descipción de un monumento que de un elemento de seguridad limítrofe. Por esto, si el muro llega a construirse alguna vez, será el legado estético de un dictador.

[1]www.theguardian.com, www.gkstill.com

[2]www.reuters.com

[3]www.betafence.com

[4]timesofindia.indiatimes.com

[5]www.ft.com

[6]www.washingtonpost.com

Manual de la tiranía fue publicado en PLOT 44.

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