Cubiertas en Xingú
El Estúdio Gustavo Utrabo es una oficina brasileña centrada en construir una lectura crítica e interpretativa del mundo que sea capaz de conectar personas e imaginar el futuro mediante enfoques sostenibles e inclusivos a través de la arquitectura. LasCubiertas en Xingú, que buscan brindar a las comunidades indígenas espacios flexibles complementarios de los que puedan apropiarse, nacen a partir de estos principios y del interés por desarrollar una visión crítica del mundo y considerar las especificidades de cada contexto.
“La historia de los pueblos indígenas de Brasil ha estado marcada por la brutalidad, la esclavitud, la violencia, las enfermedades y el genocidio. Cuando los primeros colonos europeos llegaron en 1500, lo que ahora es Brasil estaba habitado por unos once millones de indios, que vivían en unas dos mil tribus. En el primer siglo de contacto, el noventa por ciento fueron eliminados, principalmente a través de enfermedades traídas por los colonizadores europeos, como la gripe, el sarampión y la viruela. En los siglos siguientes, miles más murieron, esclavizados en las plantaciones de caucho y caña de azúcar. En la década de 1950, la población había disminuido de manera tan significativa que el eminente senador y antropólogo Darcy Ribeiro predijo que no quedaría ningún pueblo indígena para 1980. Se estima que, en promedio, una tribu se extinguió cada año durante el siglo pasado. En 1967, el fiscal federal Jader Figueiredo publicó un informe de siete mil páginas que catalogaba miles de atrocidades y crímenes cometidos contra los pueblos nativos de Brasil, desde asesinatos y robos de tierras hasta esclavitud.”[1]
Es en este contexto político y social complejo que surge la invitación a Gustavo Utrabo para proyectar lasCubiertas en Xingú,un espacio flexible y multipropósito que pretende colaborar con el sustento de la cultura indígena brasileña.
“Los Kisêdjê constituyen el único grupo de habla Jêque habita el Parque Indígena Xingú. Pero desde su llegada a la región, probablemente en la segunda mitad del siglo XIX, su contacto con otros pueblos y, especialmente, los de la llamada área cultural del Alto Xingú, llevó a la incorporación de muchas costumbres y tecnologías ajenas. Sin embargo, nunca renunciaron a su singularidad cultural, cuyo emblema principal puede reconocerse en un estilo particular de canto ritual, máxima expresión de las individualidades y forma de ser de la sociedad Kisêdjê. Hasta unas pocas décadas atrás, otra característica distintiva del grupo eran los grandes discos labiales y auriculares que, más que ornamentos señalaban la importancia de cantar y escuchar de este pueblo.”[2]
El sitio donde se implementó el primer sistema, de los tres proyectados por Gustavo Utrabo, fue en la comunidad de Kisêdjê, ubicada en el Parque Indígena Xingú. La creciente explotación de los terrenos contiguos, sumada al uso de agroquímicos por parte de las industrias que avanzan sobre terreno indígena, obligaron a la comunidad a desplazarse. En consecuencia, los integrantes se vieron obligados a reconstruir las llamadas “ocas” o “malocas”, sus casas comunales ancestrales, en un nuevo sitio. Los recintos, organizados alrededor de una plaza central, configuran estructuras basadas en piezas de madera y cubiertas de paja, sin compartimientos internos.
En este contexto, se produce una relación compleja entre la cultura indígena, que lucha por preservarse y, al mismo tiempo, por adaptarse a los tiempos cambiantes. Alrededor del pueblo se pueden encontrar toda clase de productos industrializados, de baja calidad y de difícil desecho o reutilización, que revelan la transformación de los hábitos tradicionales.
El proyecto se introduce en esta tensión entre elementos industrializados y recursos naturales: expone la riqueza indígena brasileña sin necesariamente replicar su cultura. El sistema constructivo presenta un mecanismo replicable, de fácil montaje y bajo costo, ya que es resulta difícil tener contacto con la obra durante el proceso de construcción. Asimismo, se llevaron a cabo modelos y dibujos didácticos para transmitir rápidamente el proceso constructivo y minimizar las posibles dudas de los constructores locales.
Ocho pórticos de madera permiten una disposición estructural sencilla, capaz de fraccionar el espacio según las necesidades de cada pueblo. Hacia los laterales, se posicionan espacios que albergan funciones complementarias. Asimismo, los dispositivos de apertura permiten regular la permeabilidad de los espacios.
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