Casa en la pradera

La casa se ubica en una parcela boscosa de treinta acres en Millerton, Nueva York, que cuenta con una elevación superior coronada por una meseta y con un extenso prado ubicado quince pies más abajo. Este prado, rodeado de árboles, ofrece vistas panorámicas hacia el oeste de las montañas Catskill, mientras que la ladera al este está cubierta de flores silvestres y salpicada de formaciones rocosas visibles, que añaden textura y carácter al paisaje. El acceso a la vivienda se realiza mediante un camino sinuoso que asciende por el empinado borde oriental del terreno, culminando en la cima del altiplano. El proyecto también incluye una casa de invitados y una pileta.

Se optó por situar la casa en la base de la ladera, conservando los árboles existentes. De este modo, el edificio queda resguardado de los vientos predominantes y le otorga privacidad desde el nivel de acceso superior, creando así un entorno tranquilo para la vivienda.

Una vez situada la casa, se excavó una sección del terreno adyacente, la cual fue contenida por un muro de hormigón, creando así una plataforma plana entre la vivienda y el altiplano. Este espacio actúa como un patio acogedor al aire libre, proporcionando una experiencia que contrasta con la amplia extensión de la pradera circundante.

Para resaltar los colores y texturas del entorno, la casa y la casa de invitados se diseñaron como estructuras en forma de frontón, en tonos oscuros. Se adoptó un enfoque integral en los materiales exteriores, revistiendo fachadas y techos con la misma chapa ondulada negra, que le aporta a las formas una textura sutil. Los aleros abiertos del tejado exhiben las colas de las vigas pintadas de negro, añadiendo una capa adicional de detalle y ritmo al proyecto. Además, las amplias superficies de vidrio permiten disfrutar de vistas panorámicas del paisaje, enriqueciendo visualmente y otorgando profundidad a la edificación.

En cuanto a su orientación, las fachadas largas de la casa se ubican de forma paralela a la pendiente del terreno, maximizando las vistas hacia el este y el oeste. El vestíbulo se encuentra en el centro del diseño, actuando como un separador entre los dos dormitorios principales, ubicados en el extremo norte, y los espacios comunes, ubicados al sur. 

En los espacios comunes, se disponen elegantemente cuatro bloques lineales de carpintería revestidos chapa de abeto. Estos bloques definen el límite entre las áreas públicas y las privadas, albergando elementos esenciales de la vivienda. Cada uno presenta un carácter único en términos de altura, proporción y materialidad. Entre sus funciones está la de contener la escalera del ático, encerrar la chimenea del estar, crear mesadas y ocultar los electrodomésticos de la cocina. Los bloques de las mesadas y de la chimenea están diseñados con hormigón moldeado in situ, que aporta durabilidad y propiedades ignífugas. La paleta interior se complementa con paredes y techos blancos, suelos de hormigón gris y marcos de puertas correderas de aluminio en bronce oscuro.

Para ofrecer diversidad en los espacios de la casa, el techo del salón, la cocina y el comedor cuenta con un alto techo a dos aguas, mientras que las habitaciones, espacios más íntimos, poseen alturas de techo más bajas. Las curvas en el alero y el pico de la bóveda difunden la luz que se filtra sobre sus superficies, otorgándoles un efecto etéreo similar al de una nube. A ambos lados de las áreas comunes, se encuentran dos amplios bancos de puertas correderas de cristal de diesiséis pies de ancho, que brindan acceso y vistas panorámicas del paisaje. La pileta y la casa de invitados se ubican en el prado, mientras que un comedor al aire libre se sitúa entre la casa y el altiplano.

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